Por: Lizeth Guerra Arrieta
Ellos son la representación artística del conocimiento empírico, las ganas, la fuerza corporal y el libre escenario. Ciudad Arte ha querido, recordar el valor del arte, realizando un homenaje a los artistas de calle, que entretienen con su espectáculo, nuestros cruces por las calles de Medellín.
Muchos de ellos no pertenecen a estas tierras, y hacen parte de un mundo fragmentado. Algunos son extranjeros que varían entre europeos, argentinos, brasileños, holandeses, alemanes y norteamericanos que vienen a probar suerte, a conocer el desarrollo de la ciudad de la eterna primavera y mostrar su talento ante los ojos de esta metrópoli en la que nunca cesa la actividad.
Algunos cuentan que lo hacen por diversión, como en el caso de Deisy, Johana, Kelly y Daniel, cuatro jóvenes pertenecientes al Valle del Cauca, que llegaron sólo por explorar nuevas aventuras, vivir experiencias para contar a sus hijos y viajar hasta terminar de recorrer el mundo.
Su jornada inicia a las 10 de la mañana, en cualquier semáforo de las calles de Medellín, o uno que les quede cerca al lugar donde pasaron la noche anterior, que generalmente, es en un hotel de bajo presupuesto, que uno de ellos busca durante el día.
Cuando comienza la función saben que cuentan con sesenta segundos, Daniel introduce el líquido inflamable en su boca, agarra su monociclo y una mecha que él mismo fabrica con algo de dril, la enciende con la ayuda de gasolina y candela y se lanza al ruedo. Algunas veces sus compañeras, Kelly y Johana, lo acompañan en el espectáculo, pues las chicas van realizando una danza especial con sus cintas y rutinas que ellas mismas crean para entretener a los espectadores.
Cuando el semáforo da la señal de intermitencia, indicando que se dará paso a los vehículos, ellos se aproximan para obtener la recompensa de su riesgoso espectáculo y, aunque son conscientes de que este no es un tesoro o el aporte no es mucho, saben que estas monedas pueden ser una bolsa con agua, un almuerzo de $ 3.500 que comparten entre todos, un pan, unas galletas o incluso la compra de un insumo que pueden necesitar.
La jornada se repite todo el día con el cambio de cada semáforo, estos artistas de calle pueden ver pasar más de dos mil vehículos y aún más número de personas circular. Una decisión de vida nada fácil de afrontar, pero que les trae la satisfacción de estar haciendo lo que los hace felices, una motivación que muchos olvidamos a diario y que los artistas tienen como norte en la brújula de su vida.
Este es un agradecimiento a ellos y a todos los artistas que tienen el valor de enseñar su talento de ésta forma, a cumplir su pensamiento más onírico y recordarnos que cultura es todo, somos nosotros, son ustedes, es la ciudad, es la vida.
Fotos: Lizeth Guerra Arrieta
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